HISTORIA E CIENCIAS SOCIAIS

25 mar 2012

É unha foto?

"El Rey pide a los grandes empresarios que arrimen el hombro para crear empleo"  (El País, 25 de marzo de 2012).

No será unha viñeta de El Roto cunha técnica distinta á habitual?

20 mar 2012

As mozas, sen futuro

Joven, y para colmo, mujer

Antes de los 20, el índice de inactividad y empleo a tiempo parcial es similar en ambos sexos

A partir de la treintena, el cuidado de niños y ancianos abre la brecha entre hombres y mujeres

Ellas dejan más el trabajo y cobran menos

Cristina Guallar (izda.) y Paula Felipe, empleadas en una residencia. / CARLES FRANCESC

Cristina Guallar, de 28 años, llamó a sus amigos hace unas semanas para contarles una gran noticia: le habían hecho un contrato indefinido en su empresa. Lo celebró porque se sintió afortunada: se acabaron los contratos temporales. El sueldo, sin embargo, será el mismo: unos 780 euros al mes. Es auxiliar de clínica y trabaja cuidando ancianos en un centro de día de Valencia. No se siente especialmente desgraciada si mira a su alrededor. “Es el sueldo que marca el convenio”, dice resignada. Eso, apunta su compañera Cristina Vadillo, de 30 años, es lo más duro: cobran poco porque es a lo que cotiza su trabajo hoy en día y es, posiblemente, poco menos de lo que valdrá en 10 o 20 años si no cambian las cosas.

El cuidado de ancianos entra dentro de la categoría de trabajo con mayoría de mano de obra femenina, y dichos empleos (atención de personas, hostelería, comercio...) tienen tradicionalmente remuneraciones más bajas. En general las españolas cobran por hora, de media, un 16% menos que los hombres según datos de Eurostat yun 22% menos si se acuden a las cifras del Instituto Nacional de Estadística. Los salarios más bajos en ciertos sectores y la permanencia de algunos roles tradicionales (que hacen que persista la idea de que, por ejemplo, las labores del hogar son cosas de mujeres) no ayudan a que la brecha laboral se cierre. En los grupos de mayor edad, de hecho, se dilata más y más. Si en un momento de la vida es necesario que un miembro de una pareja renuncie a parte de su jornada o al puesto de trabajo, ¿quién lo hará? Más allá de las decisiones personales, quien cobre menos o tenga menos posibilidades de progresar en su carrera tendrá más puntos.

“Con los menores de 25 años ya se van apuntando los mismos problemas en el futuro”, señala Valls. En la Encuesta de Población Activa se pregunta a personas que no están trabajando el motivo por el cual están inactivas. Para los menores de 20, tanto hombres como mujeres, la causa mayoritaria para no buscar empleo (93% de los inactivos) son los estudios. A partir de los 30 años, entre las mujeres desciende la tasa de actividad y queda 10 puntos por debajo de la de los varones, en el 84% ¿El motivo? El 57% de las mujeres que no buscan ningún empleo están ene sa situación por cuidar niños, ancianos o “otras responsabilidades familiares”. Solo el 5% de los hombres alegan esos motivos.“En teoría, dos personas que ocupan el mismo puesto, cobran igual. Sin embargo, en conjunto hombres y mujeres no cobran lo mismo. Ellas acumulan más pausas en su vida laboral, y eso pesa”, explica Angels Valls, profesora del departamento de Dirección de Personas y Organización de Esade. Si son madres, quizá necesiten una pausa. Y al regresar al mercado laboral habrán perdido antigüedad. Peor aún: habrán perdido continuidad en el desarrollo de su carrera. El hecho de que el cuidado de los hijos siga recayendo fundamentalmente en la mujer hace que al regreso muchas necesiten un horario que les permita conciliar trabajo y hogar. Y los puestos de responsabilidad pasarán de largo. O quizá nunca vivan ni la primera ni la segunda situación, pero sus jefes piensen que algún día lo harán, y ello hará que elijan a un hombre para el puesto, con el fin de ahorrarse inconvenientes futuros.

La mayor espinita que tiene Leticia es no poder permitirse ser madre. “Me encantan los niños. Y siempre pensé que, pasara lo que pasara, sería madre antes de los 30. Tengo 29 y ya lo he descartado. Es imposible. Me frustra pensar que quizá nunca esté en una situación suficientemente buena como para ser madre”, lamenta.“El objetivo es que las mujeres jóvenes no se encuentren en el futuro los problemas que se arrastran desde hace tiempo”, dice Carmen Plaza, directora general del Instituto de la Mujer, que depende del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. “Para llegar a ese objetivo es fundamental la educar en la igualdad desde la escuela”, señala. Almudena Fontecha, secretaria de Igualdad de UGT, no lo ve tan claro: para las mujeres jóvenes la llegada al mercado laboral, en cualquier sector, supone un shock. “Esta generación se ha formado muy bien. Incluso mejor que sus compañeros: las mujeres son mayoría en la universidad, sacan mejores notas... Les dijeron que la formación era la puerta para superar la desigualdad. Pero les han mentido”, dice rotunda. “Cuando llegan al mercado laboral, las mujeres se chocan contra la discriminación. Sus compañeros, con los que estudiaron como iguales, avanzan mejor. Es un problema grave, porque vamos a tener a una generación de mujeres frustradas”, asegura la sindicalista. La igualdad, dice, no es un lujo para los momentos de bonanza. Es “una necesidad para construir un Estado de bienestar”, zanja.Cristina Vadillo se pudo emancipar. “Porque mi pareja sí tiene un sueldo mejor”, aclara. Entre dos, es más fácil. Las facturas pesan un poco menos. Pero no siempre es sencillo sobrellevar el hecho de depender económicamente de la pareja. Es lo que le pasa también a Leticia Sarabia. Tiene 29 años y es licenciada en Psicología. “Pero nunca he encontrado nada de lo mío”, aclara. Tampoco ha estado nunca quieta. Actualmente trabaja en una empresa de animación infantil. Organizan fiestas o actividades en colegios, bodas, centros comerciales y lo que salga. Solo conforman la empresa su jefa y ella, así que carga con buena parte del trabajo. “Es muy absorbente”, asegura. Cobra 900 euros al mes. Paga 900 euros al mes de alquiler, en una casa cerca de Madrid. Los números, por tanto, nunca le saldrían si no fuera porque son dos. “Me resulta muy incómodo depender de mi pareja. Siempre me educaron con la idea de que nunca debía depender de nadie. Pero no me queda otra. ¿Si me quedara sin pareja? Seguramente tendría que volver a casa de mis padres”, reconoce. De entre sus amigos, asegura, con los mismos estudios a ellos les está yendo mejor que a ellas.En el caso de los empleos a tiempo parcial, el motivo principal es siempre, para hombres y mujeres, no haber encontrado un empleo a tiempo completo. Pero la segunda causa cambia por edad y por sexo: en las primeras etapas hombres y mujeres recurren a este tipo de empleo para compaginarlo con los estudios. A partir de los 30 años, el 27% de las mujeres explican que es por cuidar de niños o personas dependientes, frente al 0,8% de los hombres. Las mujeres, por tanto, cuando superan el lastre del paro juventud (los grupos de edad que soportan la mayor desempleo) siguen en una carrera de obstáculos marcada por el sexo.

Plaza, directora del Instituto de la Mujer, niega que las políticas de empleo vayan a afectar a las de conciliación. “Hay herramientas y políticas para fomentar la conciliación, tanto de hombres como de mujeres. Es fundamental romper los roles. Esa es la clave. Hay mucho por hacer, pero las empresas son conscientes de que la conciliación les favorece”, apunta optimista.Leticia no es la única que retrasa el momento de la maternidad. En España la edad media de la maternidad se sitúa en los 31,3 años. En 1981 era de 28,2 años. Angels Valls, de Esade, cree que la nueva reforma laboral tendrá un impacto negativo en la ya complicada situación de la mujer a la hora de conciliar el trabajo con la vida familiar. En especial el punto en el que se permite un despido más fácil si el trabajador no acepta cambios de horario de ciudad. “No tenemos una bola de cristal, y no sabemos el impacto exacto. Pero el doble rol de la mujer [en el trabajo y en casa] está enquistado. La flexibilidad que le va a exigir la empresa choca con la necesidad de flexibilidad que necesita la persona. Y en la reforma laboral las herramientas son para la empresa”, advierte.

Paula Felipe, de 25 años, también auxiliar de clínica, estudió un ciclo superior de atención socio-sanitaria. “Mi madre me dijo que en las personas mayores estaba el futuro, que ahí había trabajo”, cuenta. Tras acabar ese ciclo, hizo otro, también superior, de integración social. Hoy atiende ancianos: duchas, comedor, actividades, recogerlos y llevarlos a casa en furgoneta. En total, 33,5 horas a la semana. Le gusta su trabajo. Su única pega: es un empleo mal pagado. Vive con sus padres y no sabe cuándo podrá independizarse. ¿Cuánto creen que deberían ganar para sentirse bien retribuidas? 1.200 euros, contesta. “Pero es lo que indica el convenio colectivo de este sector. Parece que este trabajo lo pueda hacer cualquiera. No es así. Hace falta sacrificio, paciencia, sensibilidad...”, dice. “Es difícil pensar en un futuro de 700 euros al mes”, zanja.“En términos generales los salarios de sectores feminizados tienden a ser menores. Porque son labores muy ligadas al rol privado de la mujer, y esto hace que parezca que ese oficio es solo una prolongación de sus labores habituales”, apunta Fontecha de UGT. Para todos, dice, la familia, la sanidad y la educación son conceptos importantes, pero a la hora de pagarlos, la cosa cambia.

Folga xeral: Pois iso



Almudena Grandes, “La pe con la a”, El País, 19 de marzo de 2011.
Tengo la costumbre, no sé si buena o mala, de hablar sola. Repasar mis problemas en voz alta suele ayudarme a encontrar soluciones. Desde hace algún tiempo, sin embargo, hablo sola con el periódico, con la radio, con la televisión, y no me sirve para nada. Sé que esta columna no será mucho más útil pero confío en que, al expresarme en público, logre al fin cerrar la boca.
 Señoras Báñez, Cospedal y Sáez de Santamaría, señores de la CEOE y de la CEPYME, señores Mas, Guindos, etc.: la pe con la a, pa. La eme con la a, ma. Y de la misma manera, desde que se fundaron en todo el mundo hace 150 años, la función de los sindicatos consiste ni más ni menos que en hacer política. Las huelgas, las movilizaciones, los manifiestos que sacudieron Europa en la segunda mitad del siglo XIX, respondieron a iniciativas sindicales. Los trabajadores que se agruparon para defender sus intereses entonces, plantaron la semilla de los partidos que se fundaron después.
 Como todos ustedes habrán aprobado, como mínimo, el bachiller, supongo que están al corriente de esto. Y estoy segura de que su insistencia en desacreditar la convocatoria del 29-M machacando, una y otra vez, que es una huelga política no se debe a su ignorancia, sino a una malevolencia cuidadosamente calibrada. Permítanme, no obstante, manifestar mi estupor ante las consecuencias de semejante estrategia. Ya sé que no vivimos buenos tiempos para la reflexión, pero es sintomático que nuestros ministros recurran al adjetivo “político” para intentar desprestigiar una movilización legítima. No se trata sólo de que cualquier llamada a la resistencia cívica frente a una ley tan decisiva como la reforma laboral sea, por su propia naturaleza, política. Lo más grave es que el poder esté en manos de quienes denigran con tanta ligereza la función para la que han sido elegidos.

18 mar 2012

Nin sumisas nin invisibles

Ni sumisas ni invisibles

Un libro reconstruye el siglo XX de las mujeres en Galicia

Juana Capdevielle, pedagoga y biblotecaria, asesinada el 18 de agosto de 1936.

A Angelita Varela le faltó tiempo para echar una mano en el golpe. Al quinto día puso 5.000 pesetas en la guarnición ourensana para que a los militares les sobrasen las razones. En la ciudad, decía la prensa local, solo dos personas se habían adelantado a la marquesa de Atalaya Bermeja. Su papel no había sido pasivo. Al contrario, podía presumir de haber estado allí en la primera hora. Como Gloria Arias, que un par de noches antes se había puesto a cortar líneas telegráficas y telefónicas en el Posío para que la salvajada no contagiase a la provincia. Como las once mujeres que a la misma hora, entre las dos y las tres de la tarde del 20 de julio de 1936, reunían armas en Seixalbo y registraban cualquier coche que entrara o saliera de Ourense por la carretera de Villacastín a Vigo.

El historiador Julio Prada cuenta en uno de los capítulos de As mulleres en Galicia no século XX (Ir Indo), elegido la semana pasada por la Asociación de Editores Galegos como el mejor libro educativo de 2011, el caso de su colega Giovanni Levi. El padre del italiano, partisano antifascista de Giustizia e Libertà, levantó acta de una época a través de su experiencia como guerrillero. Las páginas de su autobiografía, sin embargo, no mencionaban a su familia. A nadie. Tuvo que ser su mujer quien se encargase de contar, en otro relato, lo que había sido cuidar sola de tres hijos y soportar a los fascistas que fusilaban y quemaban las casas de los familiares de los huidos.

Contra la invisibilidad de la mujer en la historiografía y su retrato como agente pasivo se postula este ensayo dirigido por Prada y Jesús de Juana junto a otras cinco investigadoras. Desde las alumnas pioneras en la Universidad de Santiago en 1915 hasta la fundación de la Asociación Galega da Muller en mayo de 1976 y las primeras Xornadas Feministas de Compostela en abril de 1978.

La Segunda República propició avances legislativos a favor de la igualdad

De la batalla por los derechos políticos, que empiezan a legislarse de forma limitada en la dictadura de Primo de Rivera —Concepción Pérez fue la primera alcaldesa de Galicia, y se mantuvo en el cargo entre 1925 y 1930 en Portas—, hasta la eclosión del movimiento feminista tras la muerte de Franco.

A pesar de la complicidad con el golpe de Angelita Varela y otras mujeres de Acción Femenina Gallega, Prada advierte contra el vicio de interpretar el activismo católico del primer tercio del siglo XX —barrido después por la Sección Femenina de Falange y las agrupaciones tradicionalistas de mujeres, las Margaritas— como un simple reflejo de la manipulación del clero.

Eso es lo que ha hecho tradicionalmente parte de la historiografía. Lo mismo que las élites masculinas de la época: desconfiar de ellas. Carré Aldao, de las Irmandades da Fala, las emplazaba en 1923 a quedarse “en el santuario del hogar” para “cuidar de la cuna santa y sublime del amor a la patria gallega”. Gil Robles aún se refería así a las simpatizantes de Acción Nacional en 1931: “Yo no pido tanto para vosotras. No es propio de la mujer todo cargo que lleve consigo una jurisdicción, una autoridad política”.

La represión fue ‘generosa’ con ellas en raptos, vejaciones y violaciones

Además de “un motivo pintoresco y de broma”, como diría Clara Campoamor en un célebre debate parlamentario frente a los discursos misóginos de dos diputados gallegos, el progresista Roberto Nóvoa Santos y el cura Basilio Álvarez, la progresiva incorporación de las mujeres a los derechos políticos fue una piedra en el ojo de los partidos políticos. Los conservadores las arrumbaron en el gueto de las secciones femeninas. Los de izquierda, tanto burgueses como obreros, optaron por integrarlas como a cualquier militante, pero lejos de la jerarquía. Ni siquiera la II República, aunque dio amparo a múltiples avances legislativos, fue capaz de colmar las expectativas. Solo nueve candidatas resultaron elegidas en los comicios legislativos del régimen. Ninguna era gallega.

La represión sí fue generosa con ellas. Con las que se habían destacado en el proyecto republicano, como la viguesa Urania Mella, de la Agrupación de Mulleres contra el Fascismo. Con las que habían prestado apoyo a la resistencia frente a los golpistas, como las represaliadas en el barrio coruñés de As Atochas. Y con otras muchas que, al margen de su implicación en el antifranquismo, padecieron lo que María Victoria Martins llama “represión de género”. Torturadas, rapadas, violadas, exhibidas como trofeos y sometidas a la violencia estructural del franquismo durante otros 40 años.

Aplastadas por la dictadura como Cándida Rodríguez lo había sido por las balas de la Guardia Civil en septiembre de 1922 en Sobredo. Ni sumisa ni invisible, intentaba impedir que embargasen a un vecino que no había pagado el foro.

13 mar 2012

Non é gramática, é ideoloxía

No es gramática, es ideología

Por: | 13 de marzo de 2012

Por Pilar Careaga Castrillo

El 4 de marzo, EL PAÍS publicó un largo informe, sobre guías publicadas en España con recomendaciones tendentes a evitar el sexismo en el lenguaje, del académico de la Española don Ignacio Bosque, que suscribían 23 académicos y tres académicas de número, así como siete correspondientes, de ellos dos mujeres. No fue una declaración institucional, sino la opinión de una minoría cualificada, y como tal hay que valorarla. Algunas de estas guías llevan publicadas más de quince años. Si tan mal estuvieran ¿por qué no ha intervenido la Real Academia Española cuyo lema conocido es limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua? Y no será porque en otras ocasiones la docta corporación no haya hecho declaraciones institucionales contra usos lingüísticos legítimos que ellos no aprueban; hay antecedentes de sus críticas como más abajo se verá. ¿Pero por qué ahora este informe?

Fachada de la Real Academia Española. / SAMUEL SÁNCHEZ

La historia nos demuestra que siempre que un movimiento social avanza en sus reivindicaciones y consolida apoyos intelectuales y sociales se desata una reacción directamente proporcional de las fuerzas reactivas porque ven amenazados sus privilegios. En los últimos veinticinco años se ha avanzado mucho en el camino de la igualdad de mujeres y varones: Ley contra la Violencia de Género, Ley de Igualdad, Ley de Derechos Reproductivos, Legalidad de matrimonios entre homosexuales… Últimamente los ataques a estas leyes por parte de comandos resistentes están siendo muy clamorosos cosa que se puede seguir a través de los medios de comunicación. Parecería que la crítica a las guías citadas se ha contagiado de este ambiente.

Vaya por delante esta anécdota alusiva a don Víctor García de la Concha, anterior director de la Real Academia Española, y sucedida en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebró en Cartagena de Indias (Colombia) en 2007. Allí en un panel en el que se le planteó que cuándo iba a tenerse en cuenta la perspectiva de género en el DRAE, él dijo que había "encargado a un grupo feminista que hiciera proposiciones y las aceptamos casi todas"…no todas, claro, "porque no quisimos hacer militancia feminista".

Precioso el relato. Queda claro que las aportaciones eran pertinentes pues de lo contrario no se habrían aceptado. Convertirse en feministas le parece a don Víctor algo horroroso. Imagínense que llega doña Margarita Salas con una batería de nombres biomoleculares, y los colegas académicos le dicen: “Margarita, a ver lo que nos traes, solo te vamos a aceptar dos o tres, no sea que nos tomen por científicos”. "Gensanta!", diría algún personaje de Forges.

La docta corporación también demostró su alejamiento del discurso ilustrado feminista cuando en el Parlamento Español se debatió y aprobó la Ley de Violencia de Género. La Real Academia se pronunció en contra de que se usara la expresión violencia de género en una Ley Orgánica, alegando que en español “no existe tradición de uso de la palabra sexocomo sinónimo de género”. ¡Exacto! Eso es lo que se reprocha al DRAE, que sancione voces como overbooking, free-lance o cameraman frente a los castizos sobreventa, autónomo/a, cámara, que recoja toda la serie maruja, marujear, marujeo, marujil, y que todavía no haya incorporado la acepción de género como “construcción que atribuye a cada sexo características sociales y culturales”, término ampliamente usado en sociología, antropología y el lenguaje común desde hace muchos años.

La Real Academia Española es una institución que en su diccionario normativo y usual se lee, patriarcado: “Organización social primitiva”; sexismo: “Discriminación de un sexo hacia otro” (¿?); feminismo: “1) Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2) Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”. Con respecto a la acepción 1), los académicos se olvidan de que existe la Constitución Española y la Carta de Derechos Humanos de la ONU. Las mujeres tienen los mismos derechos que los varones; los derechos ya están conseguidos legalmente ahora estamos en que sean una realidad en la calle. La acepción 2) explica claramente lo que es el androcentrismo académico: ¿Cuál será desiderátum último de una mujer? Pues, según el DRAE, tener los mismos derechos que los hombres (léase varones), porque son el referente, el canon. El feminismo se ve como algo compacto y no se recoge feminismo burgués, sufragista, católico, socialista, radical, ilustrado, de la diferencia, de la igualdad, ecofeminismo, posfeminismo..., cosa que sí se hace con las voces de otras disciplinas; en economía se define hasta la de escala, dirigida... y ensociología: nada menos que la sociología vegetal. Como se ve son recomendaciones de usos y referentes verbales sexistas que, por proceder del DRAE, la comunidad hablante acepta e interioriza como si del Código Civil o Penal se tratara. Pero no es así, no es incuestionable.

El hombre universal, el llamado genérico masculino, no es un concepto lingüístico, sino cultural, patriarcal, que subsume la categoría mujer en la categoría hombre quitándola sus rasgos específicos de ser humano-mujer. Y a esto hay que buscarle solución: las mujeres no pueden construir su identidad si tienen que mirarse en el espejo de un varón; los varones se están construyendo mal porque solo se ven a ellos mismos en el universo.

De ahí la propuesta, de evitar eso del masculino genérico y de desdoblar los nombres de acción en sus formas gramaticales femeninas y masculinas. Por supuesto que en una buena novela policiaca en cualquier momento puede aparecer una víctima que deberá llevar a la captura del asesino, lo marca la preceptiva del género, nada que objetar. Cada ámbito tiene sus reglas. Ahora las instancias, los impresos, los títulos académicos y otros muchos documentos no pueden ir redactados sólo con la forma masculina, como el solicitante, ni debo recibir cartas personalizadas con "estimado cliente Don Pilar Careaga" o hay que conseguir que el masculino invisibilice lo femenino o confunda: Los asturianos son simpáticos (¿sólo los varones o las mujeres también?; no desearás la mujer de tu prójimo(¿las mujeres pueden desear a la mujer o al marido de la prójima?). Y de toda la vida, las conferencias se han iniciado enfatizando y nombrando a los grupos y rangos presentes, acabando con el conocido… señoras y señores, cierto que en los conciertos de rock, se suele usar el ¡Hola Benicasinn! ¡quién no recuerda: Good morning, Vietnam! Son niveles lingüísticos diferentes. Estas guías dan pautas para redactar documentos, y buscan ejemplos difíciles; no están pensadas para escribir poesía.

Puede que muchas recomendaciones no le gusten a la RAE, pero si respetan la estructura idiomática no pasa nada; eso sí, la comunidad hablante, que en definitiva es quien consagra los términos, rechazará aquello que le resulte complicado, innecesario y ajeno. Quizá algunas propuestas no sean muy felices, pero tampoco vale todo lo que diga la RAE –como los ejemplos de más arriba– y a veces aboga por soluciones contrarias a su propia gramática.

Hay nombres que por su etimología desarrollan formas gramaticales dobles: geólogo/a, capitán/a, fontanero/a; otros marcan el femenino o el masculino con el artículo: el/la periodista, el/la policía, el/la estilista, el/la cantante, el/la yogui, el/la modelo, el/la soldado.Si esto se hubiese mantenido así desde hace cientos de años, habríamos interiorizado el sistema y no tendríamos ningún problema: sabemos que Monserrat Caballé es soprano, y Escribá de Balaguer, cura.

Sin embargo, hay una tendencia popular en nuestra lengua a colocar aes finales en nombres que marcan el femenino con el artículo y que la RAE tiene sancionados desde hace mucho tiempo dependiente/a, presidente/a, practicante/a, asistente/a, aunque recientemente admite los usos de la arquitecto, la médico, la psicólogo, innecesarios y que confunden al hablante porque rompen la norma de construcción de femeninos y masculinos. Curiosamente el DRAE solo aboga por estos usos en titulaciones universitarias superiores -la cirujano, la biólogo, la ingeniero-, pero hay que aplicar la norma desdoblada en obrero/a, peluquero/, carnicero/a. No es gramática, es ideología.

Para acabar, una reflexión: siempre que el feminismo propone nuevas vías o estrategias, el sistema se las ingenia para dirigir la mirada hacia otros lugares. El no toca ahora ya está sabido. Incluso el “conseguiríais más si dejárais esas tonterías del todos y todas porque eso distrae y no oye vuestro mensaje, con lo importante que es”, que nos recuerda al zorro y al cuervo. Pero no vamos a graznar ni se nos va a caer el queso; el lenguaje está en nuestra agenda actual pues (sigue la maestra Marcela Lagarde): “incontables mujeres construimos desde hace por lo menos dos siglos nuestra identidad de género, marca de nuestra condición humana específica. Al dotar a la palabra mujer de una historia hasta ahora misóginamente silenciada e inferiorizada, la hemos resignificado y la hemos hecho imprescindible en todo discurso abarcador. Es evidente que la condición masculina resulta limitadísima y equívoca para representar y simbolizar a las mujeres”.

Un último ejemplo: Derecho de pernada, según el DRAE, es “ceremonia de algunos feudos, que consistía en poner el señor o su delegado una pierna sobre el lecho de sus vasallos el día que se casaban.” Leído así resulta un cuadro folclórico de fiestas patronales. Pero falta la segunda parte, que nos la da el Diccionario feminista de Victoria Sau: “...casaban, pudiendo así yacer la primera noche de bodas con la mujer de sus vasallos, apropiándose de la virginidad de la recién casada y obligándola al adulterio”. Diferente ¿no?

En el largo artículo de Bosque se reconoce la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad, la existencia de comportamientos verbales sexistas, el hecho de que instituciones internacionales, nacionales y autonómicas han abogado por el uso de un lenguaje no sexista y que es necesario extender la igualdad social entre mujeres y hombres, aunque se afirma que el lenguaje no es el responsable último de estos hechos y que además hay cosas muy serias como las mujeres que mueren al año por “violencia doméstica” o las grandes diferencias salariales entre hombres y mujeres. Sigue diciendo que aunque no hay discusión en nuestra sociedad sobre la discriminación, sí hay “discrepancia entre las mujeres acerca de cuáles son las medidas que la evitarían”. Como no nos ponemos de acuerdo por eso vamos mal. Las discriminaciones las padecen las mujeres pero incumben a toda la sociedad: mujeres y varones.

Pilar Careaga Castrillo es feminista, editora y lingüista