No es gramática, es ideología
Por: EL PAÍS | 13 de marzo de 2012
Por Pilar Careaga Castrillo
El 4 de marzo, EL PAÍS publicó un largo informe, sobre guías publicadas en España con recomendaciones tendentes a evitar el sexismo en el lenguaje, del académico de la Española don Ignacio Bosque, que suscribían 23 académicos y tres académicas de número, así como siete correspondientes, de ellos dos mujeres. No fue una declaración institucional, sino la opinión de una minoría cualificada, y como tal hay que valorarla. Algunas de estas guías llevan publicadas más de quince años. Si tan mal estuvieran ¿por qué no ha intervenido la Real Academia Española cuyo lema conocido es limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua? Y no será porque en otras ocasiones la docta corporación no haya hecho declaraciones institucionales contra usos lingüísticos legítimos que ellos no aprueban; hay antecedentes de sus críticas como más abajo se verá. ¿Pero por qué ahora este informe?
La historia nos demuestra que siempre que un movimiento social avanza en sus reivindicaciones y consolida apoyos intelectuales y sociales se desata una reacción directamente proporcional de las fuerzas reactivas porque ven amenazados sus privilegios. En los últimos veinticinco años se ha avanzado mucho en el camino de la igualdad de mujeres y varones: Ley contra la Violencia de Género, Ley de Igualdad, Ley de Derechos Reproductivos, Legalidad de matrimonios entre homosexuales… Últimamente los ataques a estas leyes por parte de comandos resistentes están siendo muy clamorosos cosa que se puede seguir a través de los medios de comunicación. Parecería que la crítica a las guías citadas se ha contagiado de este ambiente.
Vaya por delante esta anécdota alusiva a don Víctor García de la Concha, anterior director de la Real Academia Española, y sucedida en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebró en Cartagena de Indias (Colombia) en 2007. Allí en un panel en el que se le planteó que cuándo iba a tenerse en cuenta la perspectiva de género en el DRAE, él dijo que había "encargado a un grupo feminista que hiciera proposiciones y las aceptamos casi todas"…no todas, claro, "porque no quisimos hacer militancia feminista".
Precioso el relato. Queda claro que las aportaciones eran pertinentes pues de lo contrario no se habrían aceptado. Convertirse en feministas le parece a don Víctor algo horroroso. Imagínense que llega doña Margarita Salas con una batería de nombres biomoleculares, y los colegas académicos le dicen: “Margarita, a ver lo que nos traes, solo te vamos a aceptar dos o tres, no sea que nos tomen por científicos”. "Gensanta!", diría algún personaje de Forges.
La docta corporación también demostró su alejamiento del discurso ilustrado feminista cuando en el Parlamento Español se debatió y aprobó la Ley de Violencia de Género. La Real Academia se pronunció en contra de que se usara la expresión violencia de género en una Ley Orgánica, alegando que en español “no existe tradición de uso de la palabra sexocomo sinónimo de género”. ¡Exacto! Eso es lo que se reprocha al DRAE, que sancione voces como overbooking, free-lance o cameraman frente a los castizos sobreventa, autónomo/a, cámara, que recoja toda la serie maruja, marujear, marujeo, marujil, y que todavía no haya incorporado la acepción de género como “construcción que atribuye a cada sexo características sociales y culturales”, término ampliamente usado en sociología, antropología y el lenguaje común desde hace muchos años.
La Real Academia Española es una institución que en su diccionario normativo y usual se lee, patriarcado: “Organización social primitiva”; sexismo: “Discriminación de un sexo hacia otro” (¿?); feminismo: “1) Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2) Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”. Con respecto a la acepción 1), los académicos se olvidan de que existe la Constitución Española y la Carta de Derechos Humanos de la ONU. Las mujeres tienen los mismos derechos que los varones; los derechos ya están conseguidos legalmente ahora estamos en que sean una realidad en la calle. La acepción 2) explica claramente lo que es el androcentrismo académico: ¿Cuál será desiderátum último de una mujer? Pues, según el DRAE, tener los mismos derechos que los hombres (léase varones), porque son el referente, el canon. El feminismo se ve como algo compacto y no se recoge feminismo burgués, sufragista, católico, socialista, radical, ilustrado, de la diferencia, de la igualdad, ecofeminismo, posfeminismo..., cosa que sí se hace con las voces de otras disciplinas; en economía se define hasta la de escala, dirigida... y ensociología: nada menos que la sociología vegetal. Como se ve son recomendaciones de usos y referentes verbales sexistas que, por proceder del DRAE, la comunidad hablante acepta e interioriza como si del Código Civil o Penal se tratara. Pero no es así, no es incuestionable.
El hombre universal, el llamado genérico masculino, no es un concepto lingüístico, sino cultural, patriarcal, que subsume la categoría mujer en la categoría hombre quitándola sus rasgos específicos de ser humano-mujer. Y a esto hay que buscarle solución: las mujeres no pueden construir su identidad si tienen que mirarse en el espejo de un varón; los varones se están construyendo mal porque solo se ven a ellos mismos en el universo.
De ahí la propuesta, de evitar eso del masculino genérico y de desdoblar los nombres de acción en sus formas gramaticales femeninas y masculinas. Por supuesto que en una buena novela policiaca en cualquier momento puede aparecer una víctima que deberá llevar a la captura del asesino, lo marca la preceptiva del género, nada que objetar. Cada ámbito tiene sus reglas. Ahora las instancias, los impresos, los títulos académicos y otros muchos documentos no pueden ir redactados sólo con la forma masculina, como el solicitante, ni debo recibir cartas personalizadas con "estimado cliente Don Pilar Careaga" o hay que conseguir que el masculino invisibilice lo femenino o confunda: Los asturianos son simpáticos (¿sólo los varones o las mujeres también?; no desearás la mujer de tu prójimo(¿las mujeres pueden desear a la mujer o al marido de la prójima?). Y de toda la vida, las conferencias se han iniciado enfatizando y nombrando a los grupos y rangos presentes, acabando con el conocido… señoras y señores, cierto que en los conciertos de rock, se suele usar el ¡Hola Benicasinn! ¡quién no recuerda: Good morning, Vietnam! Son niveles lingüísticos diferentes. Estas guías dan pautas para redactar documentos, y buscan ejemplos difíciles; no están pensadas para escribir poesía.
Puede que muchas recomendaciones no le gusten a la RAE, pero si respetan la estructura idiomática no pasa nada; eso sí, la comunidad hablante, que en definitiva es quien consagra los términos, rechazará aquello que le resulte complicado, innecesario y ajeno. Quizá algunas propuestas no sean muy felices, pero tampoco vale todo lo que diga la RAE –como los ejemplos de más arriba– y a veces aboga por soluciones contrarias a su propia gramática.
Hay nombres que por su etimología desarrollan formas gramaticales dobles: geólogo/a, capitán/a, fontanero/a; otros marcan el femenino o el masculino con el artículo: el/la periodista, el/la policía, el/la estilista, el/la cantante, el/la yogui, el/la modelo, el/la soldado.Si esto se hubiese mantenido así desde hace cientos de años, habríamos interiorizado el sistema y no tendríamos ningún problema: sabemos que Monserrat Caballé es soprano, y Escribá de Balaguer, cura.
Sin embargo, hay una tendencia popular en nuestra lengua a colocar aes finales en nombres que marcan el femenino con el artículo y que la RAE tiene sancionados desde hace mucho tiempo dependiente/a, presidente/a, practicante/a, asistente/a, aunque recientemente admite los usos de la arquitecto, la médico, la psicólogo, innecesarios y que confunden al hablante porque rompen la norma de construcción de femeninos y masculinos. Curiosamente el DRAE solo aboga por estos usos en titulaciones universitarias superiores -la cirujano, la biólogo, la ingeniero-, pero hay que aplicar la norma desdoblada en obrero/a, peluquero/, carnicero/a. No es gramática, es ideología.
Un último ejemplo: Derecho de pernada, según el DRAE, es “ceremonia de algunos feudos, que consistía en poner el señor o su delegado una pierna sobre el lecho de sus vasallos el día que se casaban.” Leído así resulta un cuadro folclórico de fiestas patronales. Pero falta la segunda parte, que nos la da el Diccionario feminista de Victoria Sau: “...casaban, pudiendo así yacer la primera noche de bodas con la mujer de sus vasallos, apropiándose de la virginidad de la recién casada y obligándola al adulterio”. Diferente ¿no?
En el largo artículo de Bosque se reconoce la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad, la existencia de comportamientos verbales sexistas, el hecho de que instituciones internacionales, nacionales y autonómicas han abogado por el uso de un lenguaje no sexista y que es necesario extender la igualdad social entre mujeres y hombres, aunque se afirma que el lenguaje no es el responsable último de estos hechos y que además hay cosas muy serias como las mujeres que mueren al año por “violencia doméstica” o las grandes diferencias salariales entre hombres y mujeres. Sigue diciendo que aunque no hay discusión en nuestra sociedad sobre la discriminación, sí hay “discrepancia entre las mujeres acerca de cuáles son las medidas que la evitarían”. Como no nos ponemos de acuerdo por eso vamos mal. Las discriminaciones las padecen las mujeres pero incumben a toda la sociedad: mujeres y varones.