Contra la violencia machista
¿Qué pasaría si, como ha sucedido este año con las mujeres en España, hubieran sido asesinados 60 políticos, 60 taxistas o 60 fontaneros?, nos preguntábamos en Twitter. Una sociedad acostumbrada a la información-espectáculo se aburre si no hay novedades y las mujeres muertas a manos de quienes un día dijeron amarlas se repiten demasiado. A algunos, no a todos por fortuna, les cansa.
El nuevo Gobierno ha dado un giro de tuerca: Público lo denunció al titular, sin temor a las palabras, "Mato rebaja la violencia machista a violencia en el entorno familiar" y la protesta llevó a la ministra a rectificar: "No hay un cambio en la terminología". Por más que otras mujeres en cargos del PP abunden en el nuevo sesgo. No es casual. No es inocuo. El dios que rigió por mor del franquismo pedía callar ante los palos del amo y marido. Matrimonios indisolubles que la mujer abnegada debía sostener en su sagrado papel de esposa sin que una queja saliera del "entorno familiar". Varias generaciones han sido así educadas. Y el machismo aflora con levantar el envoltorio de papel, siquiera en peligrosas semánticas o insultos como el jocoso "feminazi".
Tres mujeres más muertas ya en los seis primeros días del año. De seguir así se duplicará con creces la cifra de 2011. Cuando se vacían las palabras, se desinflan las ideas. La presunta debilidad de la mujer nace de su potencial para coprocrear, albergar, hacer crecer y alumbrar una vida. Del oscurantismo desinformado. Una mujer alerta no puede seguir tolerando ataques a su dignidad.
Rosa María Artal es periodista y escritora
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